México… Unión o Secesión.

Como mexicanos debemos ponderar las consecuencias, implicaciones y riesgos de los conceptos que rigen en el mundo: globalización-privatización y democracia-derechos humanos para reestablecer los principios y objetivos de una renovada y digna nación. Para concretar esta aspiración se requiere analizar y considerar:

1    ¿México, como puede construir el camino que lo guíe a un equitativo desarrollo? A partir del encuentro de sus antiguas civilizaciones con la cultura española-europea, las diferencias, rencores y humillaciones continúan y se arraigan; a tal grado que las pugnas de partidos, organizaciones y grupos (políticos, sociales, de gobierno, campesinos, insurgentes, académicos…) dividen y debilitan la unión entre los mexicanos. Esta realidad, al desplazar los intereses supremos de la Patria se traduce en pérdidas de valores, identidad y cultura, que para nuestra supervivencia debe afrontarse con decisión Sólo de nosotros depende el progreso o fracaso del país, su integridad territorial o división, su civilización o transculturación, su fortaleza o debilidad. Sin retórica, sofismas y apatía, magnifiquemos la tierra donde nacimos.

2 ¿Hasta cuándo se dejará de imitar, adecuar y traducir formas ajenas de pensar y vivir? Las lecciones de la historia son tan severas y evidentes, que sobre cualquier deslumbrante o sugestivo espejismo debemos valorarnos e impedir que gobiernos y pueblos distantes y ambiciosos influyan y decidan nuestra existencia. Si en el pasado, la cultura y la patria fueron seccionadas dramáticamente, hoy con una población en constante crecimiento y disminuyendo de manera irresponsable y peligrosa los recursos y riquezas potenciales, el destino nos exige, además de una profunda rectificación de las formas y políticas de desarrollo, recuperar, fortalecer y acrecentar el origen de nuestro nacionalismo-patriotismo No olvidemos errores y lecciones del siglo XIX, cuando las luchas de poder entre las logias francmasónicas yorkina (liberal-federalista) y escocesa (conservadora-centralista), derivaron en la separación de las provincias centroamericanas (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica) y años después, la pérdida de los vastos territorios del norte (Texas, California, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah, Colorado…); secesión equivalente a tres millones de kilómetros cuadrados.

3 ¿Es utópico cambiar y reconfigurar a fondo la visión, mentalidad y metas para salir del subdesarrollo? Cuando un país es erosionado en la esencia de sus valores, y sus dirigentes y clases privilegiadas contribuyen a facilitar dichos propósitos, su ejemplo resulta fatídico y distorsionarte en todos los niveles de la población, convirtiéndose en una obsesiva, artificial y frustrante aspiración, lo cual compromete el territorio, la independencia, la soberanía y la libertad. Sin importar condición y status social, emprender la transformación que implica el deseo de ser nuevamente orgullosos y auténticos mexicanos, debe considerarse como la más trascendente finalidad y grata satisfacción que sin dilación, egoísmo y displicencia, sean los fuertes cimientos y fundamentos del México nuevo del tercer milenio.

4 ¿Es posible lograr un objetivo único, donde todo mexicano -criollo, mestizo, indígena- tenga igual oportunidad de prosperidad? Aprender de los nocivos conflictos, segregaciones y luchas sociales que caracterizan nuestro pasado y presente, permitirá entender y apreciar la idiosincrasia y el carácter resultante de nuestra mezcla y convivencia racial, a fin de dejar antagonismos y construir un país mejor para las nuevas generaciones. Esto tiene preferencia, pues ahora por hechos y circunstancias parecidas al siglo XIX, el sureste (Veracruz-sur, Oaxaca-oriente, Chiapas y Tabasco), la región más rica en recursos naturales -agua, energéticos, bosques, selvas- y las entidades peninsulares (Campeche, Quintana Roo y Yucatán) también pueden separarse. Por lo tanto, antes de que en lo futuro los conciudadanos del restante país acudan a buscar trabajo -como hoy acontece en los otrora territorios del norte-, incorporemos a tan estratégica y codiciada zona con acciones, programas y compromisos de mutuo consentimiento y proyectos de infraestructura de alta participación y rentabilidad para impulsar el desarrollo regional y del país.
 
5 ¿Resulta congruente que las actividades y los empleos productivos prevalezcan respecto al gasto social, administrativo y especulativo? El desequilibrio que prevalece en la economía, producido entre otros factores por el favoritismo otorgado a funciones y programas poco rentables -en lugar de generar trabajo remunerativo que reclaman millones de mexicanos-, complicado por la excesiva estructura burocrática que conlleva corrupción, duplicidad, detenciones e ineficiencias, torna inaplazable una reforma a fondo de las políticas económico-administrativas vigentes, a fin de que las acciones y consensos constructivos sean los cimientos de progreso, bienestar y distribución de la riqueza. Esto demanda dejar de intercambiar petróleo para seguir acumulando aparente fortuna y seguridad basadas en divisas de papel. El patrimonio nacional no es el dinero, son sus recursos naturales y su territorio, enaltecidos por el empleo productivo de sus habitantes. Al abandonar planes sexenales y reemplazarlos por una alianza de gran visión que privilegie creatividad y valores propios para edificar un país bien planificado y equitativo, México corregirá su rumbo y garantizará su posteridad.

Con base en estas reflexiones, resulta primordial la consecución y conformación de una moderna nación, que aquilate los legados universales de grandiosidad y creatividad de sus culturas antiguas, así como las lecciones históricas de tres siglos de colonialismo (1521 a 1821) y las posteriores pugnas entre liberales y conservadores con sus consecuentes pérdidas territoriales -1.5 veces la actual superficie de la República Mexicana- para lograr un fuerte espíritu y compromiso de unidad y conciliación, lo cual trascienda diferencias ideológicas y destierre políticas incompatibles a nuestra idiosincrasia, aspiración y destino.

De modo que para recuperar, consolidar y fortalecer nuestro prestigio e identidad en el ámbito mundial, es imprescindible contar con un concepto-precepto de país de amplia visión y largo alcance que privilegie sobre cualquier interés, pretensión y ambición, nuestra capacidad y creatividad a fin de superar retos y obstáculos.

Lograr este fin y propósito general, demanda, además de perseverancia, voluntad y esfuerzo, un firme e invariable compromiso de todo mexicano con la Patria para no alterar-cambiar el rumbo frente a presiones y ambiciones propias y extrañas. Con iniciativas constitucionales congruentes, sencillas y bien definidas se podrán conciliar divergencias y conflictos de los grupos políticos, económicos y sociales, que hoy compiten por sobresalir e imponer sus criterios. Al reducir intransigencias y discrepancias se evitaría poner en riesgo la convivencia e integridad de la nación

Por lo que a continuación se presenta una síntesis de las propuestas para incluir y visualizar al México Tercer Milenio como proyecto-fundamento oficial de gobierno. Estas iniciativas de sentido común, que se incorporarían en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, fueron puestas a consideración a partir de las campañas políticas de 1994 a los principales candidatos a la Presidencia de la República, las cuales tuvieron buena aceptación y respuesta:

Artículo 25   Segundo párrafo dice: «El Estado planeará, conducirá, coordinará y organizará la actividad económica nacional…«. Para reafirmar el establecimiento de este amplio y continuo proyecto de país el enunciado de este párrafo sería:

«El Estado planeará, programará, coordinará y organizará la actividad económica nacional conforme a los criterios, conceptos, acciones, planteamientos y programas del Proyecto Nacional México Tercer Milenio, a fin de ordenar, desconcentrar y normar el desarrollo actual y futuro del país. De modo que el trabajo constructivo y las actividades productivas, así como la ejecución sucesiva de rentables proyectos y obras de infraestructura básica, sustentados en el aprovechamiento responsable y racional de los recursos y riquezas naturales, constituirán los cimientos para la construcción de una renovada y bien planificada nación, donde el objetivo y meta principal será el progreso de sus habitantes y la distribución correcta y justa de los beneficios económicos». 

Artículo 26   Dice: «El Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima solidez, dinamismo, permanencia y equidad al crecimiento de la economía…». Ante la urgencia para avanzar del tradicional Plan Sexenal a uno de amplia visión, este artículo se reformaría con los fundamentos:

«Resulta una prioridad nacional integrar, planificar y desarrollar un país moderno y equilibrado, con renovados horizontes de progreso para los mexicanos de hoy y de siempre. Por lo que el Plan Nacional de Desarrollo se regirá de acuerdo a los criterios, normas y alcances del Proyecto Nacional México Tercer Milenio».

«Este proyecto de país para hacer asequible un México nuevo, conceptuado para realizarse con acciones y en etapas subsecuentes, permitirá al Estado disponer con propósitos, planes y programas correctamente definidos a corto, mediano y largo plazos que garanticen reactivar y expandir la economía mediante el trabajo y las actividades productivas. Sus proyectos y obras de infraestructura, facilitarán ordenar, controlar y regular el crecimiento actual y futuro en las principales regiones y ciudades, al conseguirse: a) Descentralizar y, simultáneamente, impulsar regiones preferenciales de inversión y desarrollo que dispongan con suficientes recursos e insumos básicos para distribuir mejor la población en el territorio nacional; b) Desconurbar para evitar se conviertan en zonas urbanas inhabitables e ingobernables; y c) Descontaminar para restablecer la calidad y el nivel de vida, en especial aquellas áreas metropolitanas seriamente dañadas».

«Al representar un concepto y fundamento de nación de largo alcance para restablecer y elevar la calidad de vida en las actuales y sobre pobladas ciudades de la República, aunado a asegurar vínculos directos y una misma meta entre los poderes de la Unión, la iniciativa privada y la sociedad, podrán crearse los modernos Complejos de Desarrollo en seis regiones que cuentan con abundantes recursos hidráulicos y energéticos -tres en el Golfo de México (Centro, Norte y Sureste) y tres en el océano Pacífico (Sur, Occidental y Noroeste)-. Así, al disminuir la concentración y presión poblacional en las actuales metrópolis y brindar nuevas perspectivas de bienestar y progreso a todo habitante en atractivos y bien planificados centros urbanos, industriales, comerciales, agropecuarios y acuícola, el país estará en mejores condiciones de alcanzar el pleno desarrollo€.

Artículo 90   Dice: «La Administración Pública Federal será centralizada y paraestatal conforme a la Ley Orgánica que expida el Congreso…»; pero ante los objetivos previstos para abandonar planes sexenales y delinear la construcción de un México moderno y bien planificado, es conveniente adicionar este artículo:

«La Administración Pública Federal se normará de acuerdo con las acciones, planes y programas que conforman el amplio proyecto de nación México Tercer Milenio. Los estados y municipios en estrecha coordinación con el Gobierno Federal, dispondrán con el apoyo y los recursos económico-financieros oportunos y suficientes, a fin de que con un mismo concepto y directriz general de desarrollo se obtenga un congruente, consensuado y equilibrado progreso en toda la nación»

«El Plan Nacional de Desarrollo al regirse conforme a estos lineamientos, acciones y programas de amplia visión, considerando la estrecha y decidida participación de los sectores privado y social, orientará la evolución y crecimiento del país hacia su cabal integridad y modernidad para asegurar así su posteridad. Al sustentar su nueva era de desarrollo en importantes, rentables y productivos proyectos y obras de infraestructura básica para conseguir un aprovechamiento eficiente, ordenado y responsable de los recursos naturales y riquezas potenciales, la consecución del México nuevo del tercer milenio, tendrá como propósito central e ineludible la prosperidad y la unidad de los actuales y futuros mexicanos€.

Para concretar estas reformas y adiciones, es conveniente que la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal se actualice y optimice. De ahí que sea oportuno reconsiderar la investidura Vicepresidencia y transformar varias dependencias.

Vicepresidencia de la República

El alto compromiso y responsabilidad que implica la dignidad presidencial para mantener una sana armonía y convivencia nacional, y el amor y la lealtad a la Patria que su pleno y correcto ejercicio demandan, debe tener el mismo fin y significado para el cargo vicepresidencial. Esta propuesta de sentido común para restablecer tan trascendente responsabilidad de elección popular, eliminada de la Constitución Política de 1917 -el último personaje con esta función fue José Maria Pino Suárez- tiene prioridad. Cuando se planteó a los candidatos presidenciales de 1994 y a las personas designadas para su análisis fue bien recibida.

Este funcionario federal que estaría inmediatamente abajo del Presidente de la República, en lugar de debilitar y obstaculizar las funciones del Poder Ejecutivo, contribuiría a instaurar una administración dinámica y equilibrada en el Gobierno. Al depositar y ejercerse el poder en dos dirigentes elegidos en tiempo, condición y circunstancia iguales sus facultades, derechos y obligaciones se complementarían

Los requisitos y obligaciones para Vicepresidente serían los enunciados por la Carta Magna para Presidente de la República, excepto la fracción I del artículo 82 que cambiaría el concepto de «… hijo de padre o madre mexicanos por nacimiento€ por «… hijo o hija de padre o madre mexicanos por nacimiento» con lo cual se daría también oportunidad a la mujer de acceder a tan alta investidura, aspecto prioritario para proyectar un país nuevo y con un alto sentido de justicia y equidad.

a)   Las funciones y atribuciones del Vicepresidente de la República las definiría el Congreso de la Unión, de acuerdo con las adiciones y reformas constitucionales que para tal efecto se expidan. Por supuesto, en la Constitución Política quedaría claramente especificado este trascendente cargo del Poder Ejecutivo.

b)   Asumiría la función presidencial, en las situaciones previstas por los artículos 84, 85 y 86. Asimismo, el Congreso de la Unión o en su caso la Comisión Permanente, designaría a un Vicepresidente provisional, interino o sustituto, mientras se determinan las convocatorias y acciones procedentes.

c)   La elección sería en igualdad de circunstancias y tiempo que la del Presidente del país, donde la ciudadanía sufragaría por una planilla común.

d)   Compartiría las responsabilidades, obligaciones y actividades de gobierno con el Jefe del Ejecutivo, según las facultades delegadas y asignadas por ley.

e)   En conformidad plena con los Poderes de la Unión, dispondría de voto de calidad en reuniones de gabinete, sesiones de las cámaras de Senadores y Diputados, así como en ratificaciones de ministros de la Suprema Corte de Justicia

f)   Supervisaría y daría seguimiento a los planes, programas y presupuestos para la ejecución de grandes proyectos y obras de infraestructura.

g)   Establecería en la Administración Pública Federal un necesario y congruente equilibrio, aunado a que apoyaría acciones, estrategias y metas hacia una efectiva descentralización para consolidar la federación y la soberanía estatal y municipal.

h)   Participaría y opinaría con relación a lo estipulado por las fracciones II, XVII y XVIII del artículo 89, tomando en cuenta el nacionalismo-patriotismo, experiencia, capacidad y conocimientos de los funcionarios públicos por designarse, donde los nombramientos serían convenidos y ratificados por el Congreso de la Unión.

Es decir, con la Vicepresidencia de la República se iniciaría una verdadera transición y relación democrática, de amplios poderes y participación ciudadana, lo que seguramente fortalecería y en su caso moderaría las funciones presidenciales generadas por el agobiante centralismo del sistema político mexicano. Así, con un Poder Ejecutivo equilibrado, con líneas de responsabilidad correctamente definidas en todos los niveles de gobierno, los planes y programas oficiales y de la sociedad en general, tendrían mayores posibilidades de alcanzarse, y el amplio proyecto de país México Tercer Milenio, propuesto para construir una nación moderna y bien planificada, podría enriquecerse, concretarse y desarrollarse.

Entre otras importantes iniciativa, que también desde las campañas políticas de 1994 se recomendaron para proyectar un México nuevo y una Patria Prodigiosa y, al mismo tiempo, sean compatibles con los anhelos y principios ciudadanos son:

1)   Es elemental que las autoridades promuevan, cumplan y respeten el precepto constitucional de participación y sufragio popular. Esto, aseguraría que los mexicanos decidan su propio destino; compromiso indispensable para el arribo al poder de auténticos y nacionalistas estadistas-líderes y representantes públicos que salvaguarden los fundamentos e intereses de la nación.

2)   Crear, optimizando las funciones de algunas dependencias federales que cuenten con áreas especializadas y relacionadas, la Secretaría de Planeación y Programación para normar y dirigir las políticas de gobierno a corto, mediano y largo plazos; la Secretaría de Recursos Hidráulicos, Energéticos y Minerales, a fin de tener en un solo organismo la coordinación y administración de tan valiosos y estratégicos recursos naturales; y la Secretaría Agropecuaria y de Pesca, con la intención de lograr la autosuficiencia alimentaria, aunado a recapitalizar y reactivar el campo y el aprovechamiento racional de los recursos marinos y acuícola.

México con más de cien millones de habitantes, no debe continuar viviendo del pasado, con costosos y recurrentes planes de emergencia, pues además de comprometer su porvenir y propiciar su división se empeorarían sus condiciones. Hoy como nunca, requiere de renovada visión y mentalidad para afrontar con decisión y sabiduría cualquier contingencia o eventualidad interna o externa. Con un concepto-fundamento de país que trascienda sexenios, sin duda se conseguirá. 


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